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domingo, 30 de junio de 2019

Rafael R. Valcárcel: Epidopmac.




Cientos de parejas aguardan su turno. Da gusto verlas porque no son comunes. Es evidente que se aman. Y no porque vayan de la mano o se miren con ternura, sino porque sería absurdo estar de pie tantas horas si no portasen las pruebas que lo acreditan. El letrero, donde inicia la fila, anuncia: “Pagamos 20 gramos de oro por mariposa”.

Se sabe que el método es indoloro y que cada estómago enamorado alberga entre 10 y 15 especímenes. Además, el intervenido puede generar nuevas mariposas al cabo de una semana. Sin embargo, existe un inconveniente. Con frecuencia, sólo uno de la pareja las porta, demostrándose que no es correspondido. El drama es inevitable.

Los detractores del doctor Lorca, inventor del Lepidopmac (aparato para cazarlas), lo tildan de “anti-romántico”. Unos, por ponerle precio a los sentimientos más nobles. Otros, por llevar al abismo a tantas parejas correctamente constituidas. Ni los oye. No hay tiempo. Su amada aguarda la sentencia. Cuando el número de mariposas iguale al de personas, Lorca las soltará. Confía en que nadie querrá sostener un fusil.

Idlewild - These Wooden Ideas

miércoles, 5 de junio de 2019

Quique González & Los Detectives - Charo (Live)

Charo
No sé lo que viste en mí
Me fumo el verano en la 634
Son días así
Charo
¿aún sigues viviendo aquí?
Me hubiera pegado con todos
Por ti
Charo
No sé lo que viste en mí
He pensado en llamarte al pasar
La Asturiana de zinc
Claro
Te acuerdas de mí por fin
Trabajo en el Shadows
Ahuyento a los gallos
Escucho a los Kinks
Vamos
Es tarde para decir
No sé si lo hubiera logrado
Sin ti
Claro
Te acuerdas de mí por fin
He pensado en llamarte mil veces
Ya sabes que sí
Si tienes prisa
Si se te hace raro
Vete de aquí
Si vas con los cristales empañados
¿cuándo vienes a por mí?
Charo
No sé lo que viste en mí
He pensado en llamarte mil veces
Ya sabes que sí


Luis Alberto de Cuenca, Tu musa
















Convéncete primero de que le caes simpático, 
de que lo pasa bien cuando sale contigo.
Llévala a casa luego, sírvele un par de copas
y, en un momento dado, mordisquéale el cuello.
Unas veces querrá pasar al dormitorio,
otras alegará una indisposición
y otras te contará su vida por entregas.
Muéstrale en cada caso la dosis de cariño
que te pidan sus ojos. Sé generoso siempre.
Trata de conservarla como sea a tu lado.
Sin ella, sin tu musa, no eres nadie, poeta.

Luis Alberto de Cuenca
Por fuertes y fronteras (1994)

domingo, 2 de junio de 2019

Julio Cortázar, Rayuela (103)


Tampoco Pola hubiera comprendido por qué de noche él retenía el aliento
para escucharla dormir, espiando los rumores de su cuerpo. Boca arriba,
colmada, alentaba pesadamente y apenas si alguna vez, desde algún sueño
incierto, agitaba una mano o soplaba alzando el labio inferior y proyectando el
aire contra la nariz. Horacio se mantenía inmóvil, la cabeza un poco levantada o
apoyada en el puño, el cigarrillo colgando. A las tres de la mañana la rue
Dauphine callaba, la respiración de Pola iba y venía, entonces había como un
leve corrimiento, un menudo torbellino instantáneo, un agitarse interior como de
segunda vida, Oliveira se enderezaba lentamente y acercaba la oreja a la piel
desnuda, se apoyaba contra el curvo tambor tenso y tibio, escuchaba. Rumores,
descensos y caídas, ludiones y murmullos, andar de cangrejos y babosas, un
mundo negro y apagado deslizándose sobre felpa, estallando aquí y allá y
disimulándose otra vez (Pola suspiraba, se movía un poco). Un cosmos líquido,
fluido, en gestación nocturna, plasma subiendo y bajando, la máquina opaca y
lenta moviéndose a desgano, y de pronto un chirrido, una carrera vertiginosa
casi contra la piel, una fuga y un gorgoteo de contención o de filtro, el vientre de
Pola un cielo negro con estrellas gordas y pausadas, cometas fulgurantes, rodar
de inmensos planetas vociferantes, el mar con un plancton de susurro, sus
murmuradas medusas, Pola microcosmo, Pola resumen de la noche universal en
su pequeña noche fermentada donde el yoghourt y el vino blanco se mezclaban
con la carne y las legumbres, centro de una química infinitamente rica y
misteriosa y remota y contigua. 

Leiva, Costa de Oaxaca


Si algún día me pierdo Búscame en Mazunte, Costa de Oaxaca No me sufras, maquita, te llevo clavadita en el alma Me descubro pensando en mi viejo Cada día un ratito me pasa Cuando siento el pellizco con un mezcalito se calma Si me dieron por muerto déjales que brinden y hagan sus plegarias No les falta razón, yo lo pienso, aunque sea en voz baja Si me dejas te cuento un secreto, me he pedido tu lado en la cama y pinté media luna en el techo como hacía mi hermana Como hacía mi hermana Voy a tumbarme sobre la maleza y mirar cómo las horas pasan A buscar un halo de firmeza y de calma No, yo no tengo tu naturaleza y he empezado 400 cartas Aquí todo, y aunque no lo parezca, avanza. Si me dejas te cuento un secreto, no me atrevo a agarrar la guitarra la otra noche escribí una canción que no hablaba de nada, que no hablaba de nada. Voy a tumbarme sobre la maleza y mirar cómo las horas pasan A buscar un halo de firmeza y de calma No, yo no tengo tu naturaleza y he empezado 400 cartas Aquí todo, y aunque no lo parezca, avanza.