Permaneció de pie junto a la puerta,
vestida solo con una toalla
ceñida al cuerpo. Me miraba como
si quisiera que yo la devorase,
y eso acabó con mi resaca: el día
no podía empezar mejor. Me dijo:
“Me gustas mucho”. “¿Hasta qué punto?”, dije.
“Hasta este punto”, dijo, y la toalla
cayó al suelo. Y la charla terminó.
vestida solo con una toalla
ceñida al cuerpo. Me miraba como
si quisiera que yo la devorase,
y eso acabó con mi resaca: el día
no podía empezar mejor. Me dijo:
“Me gustas mucho”. “¿Hasta qué punto?”, dije.
“Hasta este punto”, dijo, y la toalla
cayó al suelo. Y la charla terminó.
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