Cuaderno liado con folletos del Lidl con ojo de fofucha adherido al muelle |
Ayer por la tarde fui a la gasolinera de la rotonda del
Doncel a aspirar el coche. A veces siento una mezcla de envidia sana y
bochorno, pues mis compañeros de rueda lo llevan inmaculado y yo siempre llevo
restos de galletas, pipas y demás retazos del fin de semana.
La cuestión es que al mover el asiento del acompañante,
hallé un cartapacio con folletos del Lidl, cupones de 15% de descuento en
yogures Día, un ojo de fofucha y una libreta Guerrero de pastas azules. Ni
qué decir tiene que decidí indultar aquel hallazgo de acabar en la papelera de
la gasolinera. Así pués, entré a la
RepShop , compré un té frío y a la sombra de los aspiradores
comencé a leer el manuscrito detrás de la espada y el escudo del Guerrero.
“Hay compañeros de rueda que sufren mucho en la escuela.
Sufren taquicardias y eso que llaman estrés. En esas ocasiones siempre me viene
a la cabeza Don Francisco, un maestro que tuve varios años y del que guardo recuerdos
indelebles y muchas enseñanzas. A veces pienso que no tengo personalidad propia.
Un día me levanto y quiero ser como Don Francisco, si tengo la cabeza en las
islas británicas emulo a Tristram Shandy. Otros días, con menos ambición me
gustaría saber qué pasa por la cabeza de Pablo. A Pablo no le pongo don porque
fue un compañero de trabajo del que aprendí ciertas cosas que ahora no vienen
al caso y además no tuve una relación tan estrecha como con Don Francisco.
Don Francisco era un señor que estaba a punto de ordenarse
sacerdote pero en el último momento su balanza se inclinó hacia el lado mundano
y se casó con una antigua novia de su pueblo. La iglesia perdió mucho talento
sin él en la provincia de Soria. Don Francisco nos enseñaba lengua española y
siempre decía que su única misión era iniciarnos en el camino de la lectura. Su
idea era que si un niño lee, entiende lo que lee, le gusta y desarrolla su
imaginación, está salvado. Cuando decía lo de salvado siempre creaba un halo de
misterio en la clase. Yo no acababa de
comprender qué era la salvación. Él hablaba de los niños que estaban en el
limbo y de lo poco sensato que es acabar en el infierno. Daba igual en qué
colegio estuvieses o qué profesores te daban clase. Si leías estabas salvado.
Hoy, a pocos meses de la cuarentena, he entendido lo que es estar salvado y me
doy cuenta del mínimo papel que juegan los profesores. En ocasiones voy a una
clase de la ESO y
les pregunto por el último libro que han leído. Me produce satisfacción imitar
a Don Francisco. Lo que no entiendo bien es que nosotros nos quedábamos muy preocupados
y los chavales de la ESO
se ríen de la salvación. Tiempos satánicos. Crisis de valores. A lo mejor, si
hiciese un curso de verano en un seminario conseguiría asustarlos un poco. A
veces me voy a casa abatido. Nunca llegaré a ser como Don Francisco. Alguna vez
he pensado devolver una parte del sueldo. El problema es calcular en qué
porcentaje. Otras veces pienso que el sueldo está justamente pagado por los 40
desplazamientos que comprenden un mes. 40 desplazamientos por 40 minutos. 1600
minutos. 26, 6 horas.
26, 6 horas por 9 meses. Casi diez días de 24 horas
encerrados en un coche con desconocidos. Para un misántropo como yo, estas delirantes
cifras me hacen pensar que me gano el sueldo, aunque haya chavales sin salvar.
Velocidad es igual a espacio partido por tiempo. Hay
compañeros que piensan que la Ley
del 70 era la pera limonera. Supongo que es el sistema en el que han estudiado
ellos. Cuando pienso en las clases de física y química del instituto en el que
estudié me vienen a la cabeza aquellos dibujos que el abnegado Don Ignacio nos hacía para que entendiésemos los
problemas. Le decíamos continuamente que no entendíamos nada para que hiciese
dibujos y así peder clase. Recuerdo los monigotes levantando pesas. Mientras el
santo se afanaba en hacer dibujos clarificadores, el grupo de malotes se ponía
de pie y hacía la coreografía del “Chiringuito” del inefable Georgie Dann. Siempre
ha habido malotes. Fuerza es igual a la
masa por la aceleración. Qué acelerados estábamos entonces. Es lo que me gusta
de trabajar en un instituto. La aceleración de las especies. Conozco a gente
que se ha instalado en un ralentí continuo. Ya no están en el instituto, claro.
Aún no he encontrado aplicación práctica a toda esa retahíla de fórmulas que
tuvimos que memorizar. Sin embargo, es cierto que me sirven para sentar las
bases de una nueva física. La física de las ruedas. Por ejemplo, ¿En cuánto
tiempo te cuenta un compañero los
problemas de su suegra con la lactosa a una velocidad constante de 120 km/h en 71 km con una frecuencia de
viajes de 3 a
la semana (uno de ida y dos de vuelta)? ¿T=V*d/cónyuge*(i+v)? ¿Qué
posibilidades hay de que dos miembros de la rueda usen el mismo tomate frito para
los macarrones y lleguen a comprarlo al mismo precio? No, no. No sale. Hay que
sistematizar. Debe haber respuestas. ¿Por dónde podríamos empezar? Si
encontrase las fórmulas podría dejar la tiza y poner una consultora junto a los
puntos de encuentro. Ahí es donde me doy cuenta de lo absurdo que fue elegir la
opción de letras puras. Mutilación del conocimiento. Cercenado para siempre. ¿Salvado?
Decisiones que te marcan. ¿Qué hubiese ocurrido si Don Francisco hubiese sido
párroco y no maestro de lengua? A veces he pensado en preguntar a las
compañeras de la rueda si han notado cierta sincronización en sus períodos
menstruales. No me atrevo, no sé cómo preguntarlo de forma sutil. ¿Habrá
alguien que le pase como a mí? Nominativo, vocativo, acusativo, genitivo,
dativo, ablativo, Catilinarias, Guerra
de las Galias, Geórgicas, Ovidio, Termópilas… Esa madre que le dice a su hijo: “Ponte
los zapatos y los calcetines.” Tú sonríes y piensas, una madre hýsteron próteron. Sabes que el hýsteron próteron es una figura que
consiste en decir antes lo que se debe decir después. Muy bien. ¿Y eso para qué
sirve?...”
El pitazo del Astra me hizo levantar los ojos del
manuscrito y ver que había una cola de tres coches esperando para aspirar el
coche. Guardé el cuaderno Guerrero en la guantera, cerré las tres puertas del
Peugeot, malenrollé la manguera del aspirador y me fui a toda velocidad con el
suelo del coche lleno de cáscaras de pipas. En la radio sonaba "Vidas Cruzadas" de Quique González.
Jaaja¡¡ qué bueno¡¡¡.
ResponderEliminarMenudo artista estas hecho¡¡¡ jaja.
Yo que tu dejaría la tiza y me dedicaba a escribir bestsellers o premios planeta o algo así.
Noto que la rueda te inspira mucho, no?
jaaja me ha encantado.
¿Tú te has parado a pensar la calidad que tiene esto?
ResponderEliminarEsto sí son pensamientos y no las ofertas del Lidel.
Me ha encantado. Debes seguir desvelando los secretos del cuaderno Guerrero, por favor.
Gracias por vuestra lectura y halagos. Ahora la cuestión es encontrar al dueño del cuaderno para devolvérselo y que nos cuente su punto de vista sobre nuestra querida rueda...
ResponderEliminarJulio, sigue escribiendo por favor. Otra, otra, otra, .....sorpréndenos de nuevo!!!!!!!!!
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