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viernes, 2 de noviembre de 2018

En el día de todos los difuntos

En estos días de recuerdo aún más intenso a los que se marcharon, me viene todo el rato a la cabeza el soneto de Quevedo. Por ellos, por todo lo que nos enseñaron y legaron. Porque mucho de ellos vive en nosotros y porque somos mucho de lo que han sido. De corazón. 


Amor constante más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera 
sombra que me llevare el blanco día
y podrá desatar esta alma mía 
hora a su afán ansioso lisonjera.

Mas no desotra parte en la ribera 
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido, 
venas que humor a tanto fuego han dado, 
medulas que han gloriosamente ardido, 

su cuerpo dejarán, no su cuidado; 
serán ceniza, mas tendrán sentido:
polvo serán, mas polvo enamorado.
[Quevedo, Francisco de: Obra poética, tomo I, ed. de José Manuel Blecua Teijeiro. Madrid, Castalia, 1969-1971, pág. 657.]



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