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miércoles, 24 de octubre de 2018

Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas (VI. Cerdo y pimienta)

El Gato, cuando vio a Alicia, se limitó a sonreír. Parecía tener buen carácter, pero también tenía unas uñas muy largas Y muchísimos dientes, de modo que sería mejor tratarlo con respeto. 

-Minino de Cheshire -empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba-. 
Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? 

-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato. 
-No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia. 
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato. 
-... siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación. 
-¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente! 

A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta: 
¿Qué clase de gente vive por aquí? 
-En esta dirección -dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha- vive un Sombrerero. Y en esta dirección -e hizo un gesto con la otra pata- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos. 
-Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca -protestó Alicia. 
-Oh, eso no lo puedes evitar -repuso el Gato-. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca. 
-¿Cómo sabes que yo estoy loca? -preguntó Alicia. 
-Tienes que estarlo afirmó el Gato-, o no habrías venido aquí. 
Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas: 
-¿Y cómo sabes que tú estás loco? 
-Para empezar -repuso el Gato-, los perros no están locos. ¿De acuerdo? 
-Supongo que sí -concedió Alicia. 
-Muy bien. Pues en tal caso -siguió su razonamiento el Gato-, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos.
Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco. 
-A eso yo le llamo ronronear, no gruñir -dijo Alicia. 
-Llámalo como quieras -dijo el Gato-. ¿Vas a jugar hoy al croquet con la Reina? 
-Me gustaría mucho -dijo Alicia-, pero por ahora no me han invitado. 
-Allí nos volveremos a ver -aseguró el Gato, y se desvaneció. 




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