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miércoles, 27 de agosto de 2014

Oasis - She Is Electric (Remastered 2014)





El cuento de Cortázar hablaba de familias raras, o no tan raras. Sigamos con ellas...



She's electric 
She's in a family full of eccentrics 
She's done things I've never expected 
And I need more time 
She's got a sister 
And God only knows how I've missed her 
And on the palm of her hand is a blister 
And I need more time 
And I want you to know 
I've got my mind {made up now/mind made up now} 
But I need more time 
And I want you to say 
Do you know what {I'm saying/what I'm saying} 
But I need more 
{'cause I'll be you and you'll be me/time} 
{There's lots and lots for us to see/ahhhhh-ahhhhh} 
{Lots and lots for us to do/ahhhhh-ahhhhh} 
{She is electric/ahhhhh} 
{Can I be electric too?/ahhhhh} 
(A real "feel good" bouncy guitar solo) 
She's got a brother (a brother) 
We don't get on with one another 
But I quite fancy her mother 
And I think that she likes me 
She's got a cousin (a cousin) 
In fact she's got about a dozen (a dozen) 
She's got one in the oven (oven) 
But it's nothing to do with me 
And I want you to know 
I've got my mind {made up now/mind made up now} 
But I need more time 
And I want you to say 
Do you know what {I'm saying/what I'm saying} 
But I need more 
{'cause I'll be you and you'll be me/tiiiiii-iiime} 
{There's lots and lots for us to see/ahhhhh-ahhhhh} 
{There's lots and lots for us to do/ahhhhh-ahhhhh} 
{She is electric/ahhhhh} 
{Can I be electric too?/ahhhhh} 
Can I be electric too? <-- 3 times 
Haaa-ahhh-ahhh-ahhh-ahhh-ahhh-ahhh-ahhh-ahhh!

martes, 26 de agosto de 2014

Julio Cortázar - La foto salió movida

LA FOTO SALIÓ MOVIDA (Página 76 de Historias de Cronopios y de Famas  Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A., 1995)

Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el
bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este
cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave
encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado
de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder
que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y
el piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero
lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de
sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así
es que este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo,
pero como el espejo está algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán,
y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta
sus manecitas no sabe para qué. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y
también las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de
su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes
de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o
un libro de Samuel Smiles.

100 años del nacimiento de Julio Cortázar

SIMULACROS (Páginas 15-17 de Historias de Cronopios y de Famas  Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A., 1995)

Somos una familia rara. En este país donde las cosas se hacen por obligación o fanfarronería, nos gustan las ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que no sirven para nada.

Tenemos un defecto: nos falta originalidad. Casi todo lo que decidimos hacer está inspirado -digamos francamente, copiado- de modelos célebres. Si alguna novedad aportarnos es siempre inevitable: los anacronismos o las sorpresas, los escándalos. Mi tío el mayor dice que somos como las copias en papel carbónico, idénticas al original salvo que otro color, otro papel, otra finalidad. Mi hermana la tercera se compara con el ruiseñor mecánico de Andersen; su romanticismo llega a la náusea.

Somos muchos y vivimos en la calle Humboldt.

Hacemos cosas, pero contarlo es difícil porque falta lo más importante, la ansiedad y la expectativa de estar haciendo las cosas, las sorpresas tanto más importantes que los resultados, los fracasos en que toda la familia cae al suelo como un castillo de naipes y durante días enteros no se oyen más que deploraciones y carcajadas. Contar lo que hacemos es apenas una manera de rellenar los huecos inevitables, porque a veces estamos pobres o presos o enfermos, a veces se muere alguno o (me duele mencionarlo) alguno traiciona, renuncia, o entra en la Dirección Impositiva. Pero no hay que deducir de esto que nos va mal o que somos melancólicos. Vivimos en el barrio de Pacífico, y hacemos cosas cada vez que podemos. Somos muchos que tienen ideas y ganas de llevarlas a la práctica. Por ejemplo, el patíbulo, hasta hoy nadie se ha puesto de acuerdo sobre el origen de la idea, mi hermana la quinta afirma que fue de uno de mis primos carnales, que son muy filósofos, pero mi tío el mayor sostiene que se le ocurrió a él después de leer una novela de capa y espada. En el fondo nos importa poco, lo único que vale es hacer cosas, y por eso las cuento casi sin ganas, nada más que para no sentir tan de cerca la lluvia de esta tarde vacía.

La casa tiene jardín delantero, cosa rara en la calle Humboldt. No es más grande que un patio, pero está tres escalones más alto que la vereda, lo que le da un vistoso aspecto de plataforma, emplazamiento ideal para un patíbulo. Como la verja es de mampostería y de fierro, se puede trabajar sin que los transeúntes estén por así decirlo metidos en casa; pueden apostarse en la verja y quedarse horas, pero eso no nos molesta. «Empezaremos con la luna llena», mandó mi padre. De día íbamos a buscar maderas y fierros a los corralones de la avenida Juan B. Justo, pero mis hermanas se quedaban en la sala practicando el aullido de los lobos, después que mi tía la menor sostuvo que los patíbulos atraen a los lobos y los incitan a aullar a la luna. Por cuenta de mis primos corría la provisión de clavos y herramientas; mi tío el mayor dibujaba los planos, discutía con mi madre y mi tío segundo la variedad y calidad de los instrumentos de suplicio. Recuerdo el final de la discusión: se decidieron adustamente por una plataforma bastante alta, sobre la cual se alzarían una horca y una rueda, con un espacio libre destinado a dar tormento o decapitar según los casos. A mi tío el mayor le parecía mucho más pobre y mezquino que su idea original, pero las dimensiones del jardín delantero y el costo de los materiales restringen siempre las ambiciones de la familia.

Empezamos la construcción un domingo por la tarde, después de los ravioles. Aunque nunca nos ha preocupado lo que puedan pensar los vecinos, era evidente que los pocos mirones suponían que íbamos a levantar una o dos piezas para agrandar la casa. El primero en sorprenderse fue don Cresta, el viejito de enfrente, y vino a preguntar para qué instalábamos semejante plataforma. Mis hermanas se reunieron en un rincón del jardín y soltaron algunos aullidos de lobo. Se amontonó bastante gente, pero nosotros seguimos trabajando hasta la noche y dejamos terminada la plataforma y las dos escalerillas (para el sacerdote y el condenado, que no deben subir juntos).

El lunes una parte de la familia se fue a sus respectivos empleos y ocupaciones, ya que de algo hay que morir, y los demás empezamos a levantar la horca mientras mi tío el mayor consultaba dibujos antiguos para la rueda. Su idea consistía en colocar la rueda lo más alto posible sobre una pértiga ligeramente irregular, por ejemplo un tronco de álamo bien desbastado. Para complacerlo, mi hermano el segundo y mis primos carnales se fueron con la camioneta a buscar un álamo; entretanto mi tío el mayor y mi madre encajaban los rayos de la rueda en el cubo, y yo preparaba un suncho de fierro. En esos momentos nos divertíamos enormemente porque se oía martillear en todas partes, mis hermanas aullaban en la sala, los vecinos se amontonaban en la verja cambiando impresiones, y entre el solferino y el malva del atardecer ascendía el perfil de la horca y se veía a mi tío el menor a caballo en el travesaño para fijar el gancho y preparar el nudo corredizo.

A esta altura de las cosas la gente de la calle no podía dejar de darse cuenta de lo que estábamos haciendo, y un coro de protestas y amenazas nos alentó agradablemente a rematar la jornada con la erección de la rueda. Algunos desaforados habían pretendido impedir que mi hermano el segundo y mis primos entraran en casa el magnífico tronco de álamo que traían en la camioneta. Un conato de cinchada fue ganado de punta a punta por la familia en pleno que, tirando disciplinadamente del tronco, lo metió en el jardín junto con una criatura de corta edad prendida de las raíces. Mi padre en persona devolvió la criatura a sus exasperados padres, pasándola cortésmente por la verja, y mientras la atención se concentraba en estas alternativas sentimentales, mi tío el mayor, ayudado por mis primos carnales, calzaba la rueda en un extremo del tronco y procedía a erigirla. La policía llegó en momentos en que la familia, reunida en la plataforma, comentaba favorablemente el buen aspecto del patíbulo. Sólo mi hermana la tercera permanecía cerca de la puerta, y le tocó dialogar con el subcomisarlo en persona; no le fue difícil convencerlo de que trabajábamos dentro de nuestra propiedad, en una obra que sólo el uso podía revestir de un carácter anticonstitucional, y que las murmuraciones del vecindario eran hijas del odio y fruto de la envidia. La caída de la noche nos salvó de otras pérdidas de tiempo.

A la luz de una lámpara de carburo cenamos en la plataforma, espiados por un centenar de vecinos rencorosos; jamás el lechón adobado nos pareció más exquisito, y más negro y dulce el nebiolo. Una brisa del norte balanceaba suavemente la cuerda de la horca; una o dos veces chirrió la rueda, como si ya los cuervos se hubieran posado para comer. Los mirones empezaron a irse, mascullando vagas amenazas; aferrados a la verja quedaron veinte o treinta que parecían esperar alguna cosa. Después del café apagamos la lámpara para dar paso a la luna que subía por los balaústres de la terraza, mis hermanas aullaron y mis primos y tíos recorrieron lentamente la plataforma, haciendo temblar los fundamentos con sus pasos. En el silencio que siguió, la luna vino a ponerse a la altura del nudo corredizo, y en la rueda pareció tenderse una nube de bordes plateados. Las mirábamos, tan felices que era un gusto, pero los vecinos murmuraban en la verja, como al borde de una decepción. Encendieron cigarrillos y se fueron yendo, unos en piyama y otros más despacio. Quedó la calle, una pitada de vigilante a lo lejos, y el colectivo 108 que pasaba cada tanto; nosotros ya nos habíamos ido a dormir y soñábamos con fiestas, elefantes y vestidos de seda.

martes, 19 de agosto de 2014

domingo, 17 de agosto de 2014

Fangoria - Mi gran noche

Raphael - Mi Gran Noche (1967) [1080p]

http://www.cadenaser.com/cultura/articulo/gran-noche-raphael-sonorama/csrcsrpor/20140815csrcsrcul_1/Tes

Crónica: SONORAMA 2014

La gran noche de Raphael en el Sonorama

El cantante demostró por qué merecería un hueco en uno de los festivales de música indie más importantes del país

ELISA MUÑOZ | Aranda de Duero   15-08-2014 - 13:07 CET
Cuando se conoció la noticia de que Raphael actuaría en el Sonorama, las críticas y los apoyos al artista y sobre todo a la organización hicieron hervir las redes sociales. Evidentemente, los que este jueves estaban en Aranda de Duero eran los que estaban más a favor de la actuación y, con él, disfrutaron de una noche inolvidable que ya queda para siempre en el recuerdo del festival. Esto son sólo pinceladas de lo que allí se vivió.
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El Raphael 'indie' vive su 'gran noche'
El artista Raphael, durante su actuación en el Sonorama.- (EFE)
Faltaban dos horas para que Raphael saliera al escenario pero entre el público llegó un grupo grande que de repente subió 30 años la media de edad de los asistentes. Sus camisetas azules no dejaban lugar a dudas: era su club de fans. Son todas mujeres excepto uno, precisamente su presidente, que explica que en cuanto toque el de Linares se irán: "El autobús cobra por horas", explica.
Y es que seguir a Raphael allá por donde va no debe salir barato. Sobre todo si tenemos en cuenta que en ese grupo hay una señora que ha venido desde Rusia y otra desde México (la de amarillo en la foto de abajo). Con la rusa la comunicación es complicada pero Lily, como buena mexicana, se deshace en explicaciones de por qué está hoy aquí: "No podía perderme este concierto tan especial". Para verle, ha viajado ya por medio mundo. Chile, Perú, Argentina, Estados Unidos, Puerto Rico, República Dominicana... son sólo algunos de los países que nombra. La pregunta es ¿por qué?: "Porque cuando tenía 12 años ya me dijo mi abuela "vayan a ver a este chico que mueve mucho las manos" y es que es muy expresivo, te hace sentir las canciones, es muy diferente al resto", cuenta y recuerda cuando se maquillaba como una puerta para que la dejaran entrar en sus conciertos cuando aún no tenía la edad permitida.
Fans de Raphael
"Dicen que es raro que venga Raphael al Sonorama pero lo raro es que no haya venido antes", dice desde el escenario Juan Alberto, de Niños Mutantes, el grupo que le precede. Y en ese momento comienzan a tocar su versión de Como yo te amoTodo el mundo canta al unísono. Es sólo el principio.
No se ve un piano de cola muy a menudo en un festival pero allí estaba. Todo preparado ya para que saliera al escenario él. No eran las once de la noche cuando Raphael, de negro de la cabeza a los pies, hacía aparición. A la segunda canción se mete al público en el bolsillo con el primer hitMi gran noche. Efectivamente, Raphael se merecía estar ahí y los que estaban allí viéndole, también merecían disfrutar de ese espectáculo.Fueron dos horas en las que, evidentemente, no todo fueron "joyas de la corona", como él mismo llamaba a sus éxitos, pero en las que simplemente disfrutabas viendo su interpretación (sobreactuada a ratos, muy Raphael siempre).
"Estoy encantado de estar aquí y hoy es una de esas noches en las que me alegro de ser artista", confesaba Raphael, que aparecía y desparecía del escenario y lanzaba miradas desafiantes que, al instante, se tornaban en sonrisa. También se quitó la chaqueta con el mismo toque épico que la llegada a la luna y hasta llegó a rapear en un momento dado. Artistas como el cantante de Niños Mutantes, Vega y Alberto, de Miss Caffeina compartieron canciones con él mientras entre el público se oía "esta es la juventud de Rafa" (con tono de visita papal) y se veían muchos gestos con la mano como el que Raphael hacía en el anuncio de la lotería. Muchas risas pero cuando sonóEscándalo no había ni una sola persona que no bailase.
"No quisiera irme pero hay horarios que hay que cumplir... pero no quisiera irme sin decirles lo que significan ustedes para mí", dijo emocionado con los primeros acordes de Como yo te amo de fondo. Después de eso, cualquiera se sube detrás de Raphael a un escenario... y aún quedan dos días de festival.