TIK TOK

lunes, 21 de abril de 2014

KOKOSHCA - La Fuerza



Siempre hay una extraña fuerza

Que hace que salga

Una noche más

No lo puedo evitar

Somos como los mosquitos

Que acuden zumbando

A la luz del neón


Amigos como azucarillos

Que endulzan la noche

Se disuelven después

No los vuelvo a ver

Y danzamos como hienas

En busca de eso

Que tú llamas amor


Hoy no te he vuelto a ver

Hoy no te he vuelto a ver

Hoy no te he vuelto a ver


Y morir como borrachos en cualquier lugar

Y nadie hablará de nosotros más

Y acabar con mis amigos bebiéndome a tragos

Toda mi juventud


Es la fuerza

Es la fuerza


Por qué nos frena la lluvia

Mojados por dentro mojarse por fuera

Qué más da

Y aunque no siempre es divertido

Yo sé, que lo haría otra vez

Y acabar con mis amigos bebiéndome

A tragos toda mi senectud


Y morir como borrachos en cualquier rincón

Y nadie hablará de nosotros más, ¡más!

Y luego me dirás

Que nada más salir

Querías regresar

Esa fuerza te lleva

jueves, 17 de abril de 2014

Adiós, Gabo

Gabriel García Márquez
(Aracata, Colombia 1928—Mexico D.F 2014)


La tercera resignación (1947)


Allí estaba otra vez, ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera desacostumbrado a él.
Le giraba dentro del cráneo vacío, sordo y punzante. Un panal se había levantado en las cuatro paredes de su calavera. Se agrandaba cada vez más en espirales sucesivos, y le golpeaba por dentro haciendo vibrar su tallo de vértebras con una vibración destemplada, desentonada, con el ritmo seguro de su cuerpo. Algo se había desadaptado en su estructura material de hombre firme; algo que “las otras veces” había funcionado normalmente y que ahora le estaba martillando de cabeza por dentro con un golpe seco y duro dado por unos huesos de mano descarnada, esquelética, y le hacía recordar todas las sensaciones amargas de la vida. Tuvo el impulso animal de cerrar los puños y apretarse la sien brotada de arterias azules, moradas, con la firme presión de su dolor desesperado. Hubiera querido localizar entre las palmas de sus dos manos sensitivas el ruido que le estaba a punta de diamante. Un gesto de gato doméstico contrajo sus músculos cuando lo imaginó perseguido por los rincones atormentados de su cabeza caliente, desgarrada por la fiebre. Ya iba a alcanzarlo. No.
El ruido tenía la piel resbaladiza, intangible casi. Pero él estaba dispuesto a alcanzarlo con su estrategia bien aprendida y apretarlo larga y definitivamente con toda la fuerza de su desesperación. No permitiría que penetrara otra vez por su oído: que saliera por su boca, por cada uno de sus poros o por sus ojos que se desorbitarían a su paso y se quedarían ciegos mirando la huída del ruido desde el fondo de su desgarrada oscuridad. No permitiría que le estrujara más sus cristales molidos, sus estrellas de hielo, contra las paredes interiores del cráneo. Así era el ruido aquel:
Pero le era imposible apretarse las sienes. Sus brazos se habían reducido y eran ahora los brazos de un enano; unos brazos pequeños, regordetes, adiposos. Trató de sacudir la cabeza. La sacudió. El ruido apareció entonces con mayor fuerza dentro del cráneo que se había endurecido, agrandado y que se sentía atraído con mayor fuerza por la gravedad. Estaba pesado y duro aquel ruido. Tan pesado y duro que de haberlo alcanzado y destruido había tenido, habría tenido la impresión de estar deshojando una flor de plomo.
Había sentido ese ruido “las otras veces”, con la misma insistencia. Lo había sentido, por ejemplo, el día en que murió por primera vez. Cuando –ante la vista de un cadáver– se dio cuenta de que era su propio cadáver. Lo miró y se palpó. Se sintió intangible, inespacial, inexistente. Él era verdaderamente un cadáver y estaba sintiendo ya, sobre su cuerpo joven y enfermizo, el tránsito de la muerte. La atmósfera se había endurecido en toda la casa como si hubiera sido rellena de cemento, y en medio de aquel bosque –en el que había dejado los objetos como cuando era una atmósfera de aire– estaba él, cuidadosamente colocado dentro del ataúd de un cemento duro pero transparente. Aquella vez, en su cabeza estaba también “ese ruido”. Qué lejanas y qué frías sentía las plantas de sus pies; allá en el otro extremo del ataúd, donde habían puesto una almohada, porque la caja le quedaba aún demasiado grande y hubo que ajustarlo, adaptar el cuerpo muerto a su nuevo y último vestido. Lo cubrieron de blanco y alrededor de su mandíbula apretaron un pañuelo. Se sintió bello envuelto en su mortaja; mortalmente bello.
Estaba en su ataúd, listo a ser enterrado, y sin embargo, él sabía que no estaba muerto. Que si hubiera tratado de levantarse lo hubiera hecho con toda facilidad. Al menos “espiritualmente”. Pero no valía la pena. Era mejor dejarse morir allí; morirse de “muerte”, que era su enfermedad. [...]


Estas fueron las primeras líneas que con 13 años leí de ti. Desde entonces tu magia me ha hecho pasar ratos maravillosos. Gracias por dedicarte a esto.

jueves, 10 de abril de 2014

The Cult - She Sells Sanctuary

Franz Ferdinand - Wine In The Afternoon

Cuelgo esta canción a modo de terapia y desintoxicación de Katy Perry, Rihanna, Adele y demás fauna de la sobredosis de esta mañana...







So this is summer
And the Calor gas is running low
But I don't mind
I'm doing things and doing them with you

Well you know he's gonna
want his rent tonight
But we'll have to tell him
Haddows swallowed all the rent this month

So summer stains
a sky with inky swirls
that bring the thunder low
But I don't mind,
I'm doing things and doing them with you

And if you're smart you'll put that book back down
You'll drag me to the floor,
drag me down for more

Drinking wine
Drinking wine in the afternoon
Doot doot n doo
Drinking wine
Drinking wine in the afternoon
Doot doot n doo

Tomorrow's Thursday
That's my day of work
That's my day of walking up the
Maryhill road making up
Some lie about some job applied for

When I've been drinking wine
Oh I've been drinking wine in the afternoon
Doot doot n doo

Fifty regal filters left their filthy butts behind
Left their blackened heads down in the ashes
That's the last before
They're pulled apart and placed within the papers
for a drag
A fag deserves a second life
Deserves a second life
Don't we all
Don't we all
Don't we all
Don't we all

Love drinking wine
Love drinking wine in the afternoon
Love drinking wine
Love drinking wine in the afternoon

Bottle of wine, bottle of wine...

jueves, 3 de abril de 2014

¡Bienvenido, Gonzalo!


Nanas de la cebolla. Miguel Hernández

[...]
Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma. [...]